Company of Wolves

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Bark at the Moon

lunes, 18 de agosto de 2014

Taiji.

Mar de rojo.
De rojo sangre.
La imagen que no puede ser real.
Dicen que no hay gentuza tan grande en este mundo,
decís que de algo han de comer vuestros hijos.
Pero ahí están las lanzas, los machetes, los arpones,
la bahía de la muerte, los presos
de la costa, la saña y el indefenso, y sigue, cada año,
la matanza, sin otra excusa, de nuevo y pronto
la masacre del buen hermano azul
varado en vuestra alevosía, en nuestra vergüenza callada de pertenecer
a la misma especie.

Pescado a la mesa de los japoneses,
pescado fresco, de dolor reciente, del horror
como el mejor de los sabores.
Cetáceos con el rictus de la risa, niños que aplauden
en los espectáculos de los acuarios, predadores,
somos predadores sin piedad, los guardianes
de esas almas despiezadas en Taiji, aletas, vísceras,
y empieza septiembre con el bramar oceánico,
con los gritos de espanto de la playa y el réquiem
del verano, con el alarido anulado
de nuestra pasmosa indiferencia.

Qué más hemos de ver, qué más
nos diréis que es un suceso inevitable,
quién más morirá destripado en esas playas,
soldados desconocidos de vuestra puta guerra, quién más,
cuántas veces más, hasta teñir
de  razón
a esta omnívora cúspide del espanto
y la cadena alimenticia.

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