Company of Wolves

Company of Wolves
Bark at the Moon

sábado, 10 de octubre de 2015

No es verdad.

No es verdad.
Todo esto es una maldita huida,
la mañana le rompe los dientes a la realidad,
en su hostión innúmero, en sus caminos
de la muerte.

No es verdad, y tú lo sabes.
Tapices con mandalas ocultan este sofá
donde aprendí de la ablación en la derrota
y el llanto.
He cubierto las paredes con las sobras del pasado,
y hay un heavy y un hippy enterrados
en el jardín.

Te lo has callado de nuevo, Andrés.
Y sólo te queda la innegable relación
causa-efecto
entre el vino y la carne
decadente.
Sólo te queda
ese tener demasiado miedo, ese algún día
que sucederá la rebelión de los objetos
que te rodean, ese día
que empezarán a hablarte (y no callarán)
de cómo les has robado sus mismas almas,
tomado sus nombres y ahogado su ser
en la ataxia irremediable de tu condición
de esclavo.

Si lo piensas estás bien jodido.
Juraste hace años hacer honor a las lápidas
de la sinceridad.
Esas pobres viejas que se dejaron
las manos
remedando las redes donde atrapar los embustes
de la mar.
No es verdad, no.
Acurrucado en la esquina del salón, qué te queda.
Confesar acaso cómo utilizas a tantos
como aquellos que te regalaron
algo de amor.
Ocultarte en este mal de tontos, en este consuelo
de la caída.
Trasegar al alcohol una última oportunidad.
No es verdad, no lo es.
Nos hemos sonreído y rozado, amantes tenues,
la piel.
Hemos jurado que nos fallaríamos.
Y de tantas certezas no nos hemos dicho
ni una sola.

domingo, 9 de agosto de 2015

La Gruta.

El tiempo del relevo quizás ha llegado.
Mis pies indecisos en la roca son guiados por mi hijo.
En La Gruta de Cala Reona hay un salto de doce metros,
yo fui joven, yo nadé estas aguas, y hoy he vuelto,
y entre los amigos de mi Isi
luchaba el Levante un extraño que les ha visto crecer.
No es preciso insistir como si nada hubiera ocurrido.
Ha acontecido algo tan sórdido como el vivir,
como el tirarse en los váteres de los bares heavy
cerrando los ojos como si algo de todo esto tuviera sentido,
como el huir de los lazos como normas que apretaban y siguen ahogando,
como los elencos de títulos y logros que llenarán los obituarios,
como el destierro de esos dos anillos fechados en diciembre.

Mi hijo salta primero para mostrarme el camino, y me dice
"has de caer en este punto para no chocar contra los secos",
sus amigos que me miran y no lo creen, este viejo
gordo, falto de la cordura de sus padres,
va a saltar, y salta, y tiene miedo, y el viento serpentea
su melena, y como siempre últimamente le duele,
duele al caer el que no goza de la elegancia de los músculos
elásticos, de la belleza del salitre contra la piel de agosto,
sí, como siempre últimamente duele,
y quizás llegó el momento de colgar la toalla y resumirse en aguas mansas,
el instante en que se debe de aceptar que otros mejores han llegado
a los riscos, que los chicos de las litronas junto al mar son los dueños del tiempo
que ya no es nuestro, que sólo la sangre
otorga el derecho a nominar los acantilados, y tú ya sólo sangras
cuando tus ojos miopes guían a tus brazos torpes, cuando las tres olas
de Levante te estrellan contra el rocaje
que sirve de escalera a la subida a los cerros que pronto
morarán en el silencio,
y tus rodillas y tus pies aguantan la corriente a costa de rasgarse contra la piedra,
y a fin de cuentas eres un triste recuerdo de ti mismo.

O bien me queda insistir en que nada de esto ha ocurrido,
o en que quizás precisamente lo sucedido es lo realmente hermoso,
que yo sigo allí, treinta años después,
que es más el que salta que el que mira.
O bien dejar que sean mis cojones los que digan cuándo basta.
O bien bajar mañana a las hélices del Naranjito
y que cuarenta y cinco metros de mar sobre mí me definan
a fin de cuentas
como un ser irrelevante, el imbécil que presume
como el último estúpido heavy que pasea por La Barra,
como el envejecido amontillado que sabe como el escupitajo de Dios,
ya sin poemas,
ya sin otro título que el que trajeron las derrotas
que se cuentan por nombres, borracheras y ajadas
camisetas negras.

viernes, 7 de agosto de 2015

Burgos.

Veintitrés años
vi pasar el río Arlanzón y no aprendí
nada.
Las arquivoltas contienen el mal de la piedra.
Los corazones rebosan la mentira piadosa.
Estas iglesias, estas catedrales
sólo son cementerios de tafetanes pútridos
mas de tan alto
honor.
Acaso el heavy metal en la esquina
de la calle de los monstruos que niegan a Dios
demuestre que la ira seguirá existiendo.
Somos todos hermanos, sí.
Empero, hay sólo un hombre para una mujer,
los sexos se distribuyen conforme a la uniformidad
de los números pares,
las reglas de tres están prohibidas en las ceremonias
oficiales,
y de las fauces de las gárgolas mana más dolor, sangra
más falaz substancia
que aguas trae
la vieja lluvia castellana.
Cómo borrarme de este elenco de gigantes y cabezudos.
Cómo hacerme urraca, cortesana violada, lirio aplastado,
uña y pie desnudo de las tristes muertas que esperan
al otro lado del Paseo del Espolón,
ya sin confesores ni nadie a quien
culpar.

sábado, 1 de agosto de 2015

Gordo.

Gordo cabrón, sufres
de tanta ausencia, y bebes
lo que hará más grande esa barriga
que le da sombra a tu polla.
Te llamas Andrés....
Nadie te recogerá del suelo.
La lascivia potará a tu paso.
Gordo, cabrón, qué difícil
te resulta
la verdad,
el polvo sin vello que, deglutiendo esperma,
aconsejan esos cuerpos perfectos
que anuncian la égida de todo
Danone.

jueves, 30 de julio de 2015

Nubes.

Nubes.
Tan solamente el pasar
de las nubes.
Por qué.
Por qué no detenerse a contemplar,
sentir su simpleza,
su albura,
qué sombra se instala en los ojos
del que nunca
duerme.
Quién me segó
esa estúpida palabra,
quién tiene la felicidad en almoneda,
nubes, formas sin número,
gotas presas del viento,
ríos del antes y nombres empapados,
por qué sólo escribir cartas a la muerte,
qué es más que una nube, que el canto
de las guitarras sin cuerdas,
que la trampa del hoy, que la soldada
del agua
que no hemos merecido.

martes, 14 de julio de 2015

Singla.

Te estaba buscando.
Un día te marchaste sin dejar seña alguna,
equilibrista del alambre
en esos dudosos fieles de las balanzas
de la ley....
Nunca más regresaste.
Ocurrió que las niñas de la playa
sólo supieron de ti por tus sucias melenas,
todo pasó como devasta la marea las chanclas
descuidadas,
te olvidaste, suicida entre las páginas, y yo te estaba
buscando.
Donde has estado, cómo has administrado
la miseria que le concedías a su triste
señoría, a tus toallas descoloridas
en los balcones de los veranos que olvidaste vivir.
Te estaba llamando, gritos como vientos.
Hoy apenas si te reconozco.
Perdido el amor, perdida la fe, perdida la partida
que jugaste con esos amarracos trucados, órdagos
de mus nocturno
sin otra cartas que los códigos penales.
Esa sequedad en la boca tras las pastillas que
te apuntalaban.
Cómo vas a volver a creer en la luz.
Quién te va a querer en tu locura de indicios racionales,
qué virtud cardinal ha merecido tus décadas
funerarias,
cómo convencerte de que el sol seguirá saliendo
al otro lado de las islas donde aguardan
los despojos
de aquellas risas jóvenes que creían
que habría un mañana.



jueves, 9 de julio de 2015

Badia.

El miedo en tus ojos.
En tus ojos, mirando al suelo.
En tus ojos que creyeron ver la luz
a este otro lado del Mediterráneo.
Has salido con tus amigas.
Te ha pegado.
Te ha amenazado de muerte.
Tienes derecho a no declarar.
Cuál es la ley que ampara ese silencio.
Quién sigue bendiciendo tantas absoluciones.
Qué duele más, la verdad
o los sacros vínculos del anillo
y del terror.

martes, 9 de junio de 2015

Not unlike the waves.

Han servido las mesas
con esos manteles que acarician
los muslos que, internos, ha de catar
la lengua.
La costa nos tiene por testigo.
Las mareas que saben ser recíprocas, cómplices,
ansiadas.
Han pasado tantos años.
Ha sido tu vuelta la última razón.
No hemos triunfado, no.
La musa habla el lenguaje de los muertos.
No nos han anhelado las orillas.
Las hemos tomado como se cabalga al dolor.
Hemos alzado la copa contra la isla donde esperaban
los ahogados.
Todo tuvo nombres y todo los perdió.
Los pies desnudos también conocen las llagas,
las incisiones de cada nueva mañana
contra el vestidor, las suturas en la dermis
trófica
de los tangas que cantan con Bob Dylan
la última nana de su recorrido
por la desolación.
Fue hace ya más de treinta años.
No somos, no, distintos
de las olas.
No sabremos, siquiera, la dirección que anclar
al remite de las cartas que otrora
recibimos.
Postales del Cabo desde los buzones oxidados.
Nunca hubo respuesta, la telegrafía
calló como hacen las espumas
sobre las lapas desencantadas.
Fue hace más de treinta años.
Y hoy la munición intenta
disparar las salvas fantasmas de aquel
viejo
agosto.




lunes, 6 de abril de 2015

HIja mía.

Caza mayor.
Padre de mierda, hija mía.
Un puto loco, hija mía.
Arcabuces a las voces, ruecas empolvadas y gotitas de sangre,
pieza segura.
No me necesitas, hija mía.
Tienes quién no te dañe, hija mía.
Un maldito inmaduro.
Qué erratas como vidas, qué dolor sinestésico,
qué mutación diaria, las pastillas blancas, las pastillas azules,
sentencias, pensiones, qué fríos argumentos,
qué palabras como muertes,
hija mía,
hija mía.

viernes, 3 de abril de 2015

EMIGRANTE.


Las he encontrado de pronto...
Las mismas notas de Wim Mertens
que acompañaron el año en el que dejé de serlo,
esas soledades de la tarde opaca contra el adarve de la costa,
las largos meses de mil novecientos noventa y uno, la inmarcesible
tumba abierta del tiempo que nos ha marcado,
los patos norteños que migraron al silencio de Cala Flores
buceando en busca de esa su pesquera,
indagando al agua acerca del porqué de su memoria.

Tantos años han pasado y no me reconozco,
tantas veces esa mi casa vacía ha recordado mis pasos,
sé que estoy allí, joven, presa del vino, inquebrantablemente loco,
el espejo de la entrada devolviendo a la noche mi imagen fantasmal,
los golpes de las puertas contra la mano leve de los vientos marineros,
sé que los temarios de la puta oposición aún me saben a Levante,
pero aún no sé, Dios mío, por qué te has ido tan lejos,
por qué las ropas han permanecido contra la rabia de los armarios del salitre,
por qué son los bisnietos de aquellas gaviotas los que hoy surcan esos mismos
acantilados, por qué,
por qué hoy me siento tan viejo, tan zafio,
por qué me he dado la espalda y soy hoy tan otro,
a lo lejos,
tan aterrorizado,
tal obscura sombra del que antes era el rey de los veranos resilientes,
el fiel rescoldo de los septiembres por todos
abandonados.

jueves, 12 de febrero de 2015

Justos.

No, no me impresionas.
No hay butrones en tus muros, inquebrantable
servidor de las normas que te impusieron,
tu lacrimal cerrado y tu voz autoritaria,
tu perfección mientras sucede la vida a tu lado,
no me jodas, bien ya nos conocemos,
las monedas de tus manos se enrobinan con tu sangre,
las bebidas espirituosas hacen dormir al carcelero
pero no abren la mazmorra donde te pudres
mintiendo al tiempo, obviando el final.

Sí, eres un tío cojonudo.
Razonas tus actos y sazonas tus fallos.
No follaste hasta los veintipico y complaciste a Dios.
Tuviste hijos, compraste hacienda y forjaste apellidos.
Qué quedará de ti cuando seas traspasado a merma.
Qué mares muertos yacen en tus playas de la nada.
En qué mercado se subastan las sonrisas que perdiste,
quién te va a compensar la puñalada trapera
del olvido.

jueves, 29 de enero de 2015

Perdedor.

Tantas veces estamos solos ante la tarde,
delante de otra ocasión perdida para afirmar que estamos vivos,
las infértiles horas de trabajo, los deberes siempre por cumplir,
pasan las semanas, vencen los meses, ojos cerrados,
el cayado cansado, la ausencia de sonrisa.

Cómo quisiera poblarme de mar fuera de los presuntos festivos,
cuándo la otra mejilla al orgullo desquiciado, al trascurrir
eritematoso
de la probidad, de la saciedad de las expectativas, del deseo agotado,
cuándo me atreveré a decir que no, a separarme del veril,
qué ganamos mintiendo en los currículos que nos vendemos,
cuándo será suficiente con el yo, cuál el bálsamo para la derrota,
quién hará la loa al que cayó, dónde la carta de perdón
para el perdedor.

sábado, 17 de enero de 2015

MOROS.


MOROS

No sé cuál es la verdad.
Sí sé que toda muerte es nuestro último fracaso.
Sé que ningún dios puede querer el dolor y la sangre....
Sí sé que aquí hemos venido a algo más que producir,
y sé bien que somos unos tremendos ignorantes.

Hay gentes poderosas que se esconden tras los gobiernos,
hay cuarenta y tres estudiantes desaparecidos en Méjico,
los que mandan no son los que vemos, sólo la mar
arroja su evidencia de vendavales y permanencias,
sólo el mañana incierto es nuestra herencia,
seguimos baldeando sus pasillos de palacio, nos engañan,
nos mienten,
nos entretienen con los noticiarios, nos indican el camino
del jodido éxito,
nos han señalado al enemigo,
sí, he oído que hoy los peligrosos son los moros,
sí, como ayer los indeseables eran esos ácratas,
esos que no veneraban nuestra inmejorable democracia,
esos que ponían en peligro a los filántropos que cuidan del mercado,
y hemos de protegernos de aquel al que hemos creado,
tenemos opinión y cierta mierda saliendo por las bocas,
rotativos que se empeñan en insistir en sus doctrinas,
calmos atardeceres protegidos por las series televisivas.

La muerte de nadie no está entre nuestros derechos.
No me gusta el verbo "abatir", el infinitivo negro del "eliminar".
Sí, tengo miedo, Sócrates no es consuelo,
el no saber nada simplemente es eso,
la raíz fértil del odio,
el horror de Kurtz al cerrar los ojos,
el último nudo de la maroma que hemos tejido
con nuestro cómplice silencio.

lunes, 5 de enero de 2015

Legones.

Legones.
Cada día estos legones acaban en mis manos.
Cada día dibujo surcos de salida de esta trampa.
Me digo que veré el final de los caminos del agua.

Algo ha ocurrido de un tiempo a esta parte.
Cavar y cavar, dedos macilentos, las raíces podridas, la celada
tendida de los pecados evidentes.
Los tiempos procesales, los destinos cruzados,
las públicas firmas aviejadas, las mediciones de obras del ángel caído,
lo imposible,
lo que quizás ha sido inevitable.

En mis manos sólo legones.
Códices de urbanismo, las tierras que surcan los cauces
innúmeros, llagados,
de las almas egresadas del dominio público hidráulico.
Como cada mañana, ahondar, horadar, penetrar.
Lejos siempre de la última verdad, aislado, capazos y capazos
de evidencias que sólo apuntan a mí.

domingo, 4 de enero de 2015

Sonreír.

Esta mañana,
mientras salía del garaje con mis hijos,
unas pocas palabras me han puesto en mi lugar,
en mi repentina residencia en el barro, como sólo lo real te puede hacer,
mis hijos me han dicho "Teri, tú ya no sonríes".

Llevan razón.
Hubo un tiempo en que su padre era al gran pituoso de las islas,
el que creía que las guerras las ganaban los guerreros,
pero hoy se me ha caído, en una frase, el último baluarte de Eivissa,
a Guillermo de Montgrí le han vaciado esas chicas de lenguas de esperma,
Ses Salines hoy tuerce sus miembros como duelen sus sabinas,
pienso en ello y mis hijos me han dicho lo que sienten,
Teri (nunca me dijeron "papá" ni me llamaron por mi nombre)
ya no sonríe, un hombre en medio de la calle
esperaba que su perro acabara de mear y me indicaba que aguardara,
y el hombre sonreía, y yo a mi volante no, y yo ya no lo hago,
nada ganan mis hijos confesándome su verdad,
labios de rictus y ojos de Lebeche, de Lebeche helado,
les digo que es mentira pero se vuelven contra mí,
"Teri, ya nunca sonríes", y temo que sea tan cierto
como que no encuentro el Norte para este pecio ensoñiscado.

Qué ha pasado es tanto como ignoro,
sé que los años han hecho presa en mi alma extraviada,
que la trinchera del delito tiene alambradas donde mueren sus soldados,
mas el jueves, en el cine, espectros contra brujas luchaban estúpidamente
cuando el espectro confesó la última regla de este juego,
"si te enfrentas a lo obscuro, se te mete dentro",
y todo esto es la verdad,
y yo ya no puedo más,
y cada día salgo de una cama donde señorean unos demonios que llevan mi marca,
y cada día me ilusiono con seguir adelante,
con que el trabajo, la compra, la ansiada justicia, la poesía
van a tener una némesis, que esta maldita entropía
va a dejar algún motivo, va a rendir alguna plaza, algún mensaje
que me alivie la pronta noche que dura tanto y tanto y tanto,
pero estos propósitos son lava negra, son alcorques para mis árboles secos,
y si he perdido la sonrisa para qué servirá tanto esfuerzo,
si rebato mis anteriores dogmas quién va a ser el dueño de tantos púlpitos caídos,
de qué vale un hombre que no sonríe a sus hijos, de qué vale un poetastro
que no se rinde al hostión del blancor en las calmas de enero,
y mis hijos dicen "para qué te has puesto esa paleta postiza si ya no te ríes",
y desde aquí abajo sólo se puede entornar los ojos y sentirse desnudo,
si ya no existe la ilusión de la palabra, los poetas me dejaron en mi sitio,
si se ha acabado la esperanza en las probas sentencias y en los retributivos autos,
si la fe se ha tornado en salmuera en los esteros de las viejas salinas,
y no murieron mis abuelos para que esta mierda seca no sea digna de ellos.

Hijos, recordadme quién fui.
No sé aún cómo.
No se me antoja cuándo.
Pero algún mojón de estos puede ser el kilómetro cero.
No voy a rendir mi mirar a las lágrimas.
La cara al viento, la espalda al clamar de las guitarras,
las uñas que aún me sostengan en el acantilado,
la risa como la del payaso, sonreír aunque escueza,
perder las últimas playas sólo si ya no queda sangre
que luche su color contra los galipotes del puto azar.