Company of Wolves

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Bark at the Moon

sábado, 12 de octubre de 2013

Certidumbres frías.

Hoy sí quiero hablar de cómo me siento,
quiero contarle a alguien que hay certidumbres frías que se asientan tal el otoño,
que quisiera dejarlo de hacer, callarme por fin quién se ha comido las uvas,
que no importe que unos labren y otros sieguen, y que nada nos iguale
a los hombres y mujeres que van ladrando madrigales por las calles,
lobos escocidos a la mutación de sus dientes en palabras.

La escoria tiene un paso lento y firme,
la soledad rezuma por los ventanales a pesar de las pajas de Bukowsky
(ni las vecinas de trajes ceñidos podrán consolarnos, maestro),
el silencio se amontona en los bares a los gritos de las damas borrachas,
el dolor se instala en las camas de los hospitales de donde huyen las visitas,
te tienden la mano pero es corto el café, y las caras tienen forma de espaldas
y las espaldas ámbitos de traición.

Nada de esto que yo digo es nuevo...
Soy un gilipollas que no sabe trabajar para vivir, que no sabe siquiera escribir
para gozar, y no estoy solo, y eso no me hace sentir mejor:
los periódicos cada día nos inundan de mentiras, los prebostes se lustran los zapatos
con el sudor de sus iguales, sólo la sangre es de verdad, sólo la sangre,
y de esa hay riadas, efluentes de las puertas de tantas y tantas casas
de bien.

Diréis que estoy instalado en el inmundo pesimismo,
pero vos no habitáis el mundo de los platillos de las balanzas,
sé que existe el amor, y que el sol está ahí arriba y debería ser suficiente,
pero las tardes se me hacen iguales y hay acantilados a los pies distraídos,
caídas con nombres y apellidos y tartas de cumpleaños de las que no salir ilesos.


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