Me detengo un instante en esta contienda,
yo contra mí mismo y contra todos vosotros,
vosotros a por mí y a por todos nosotros,
de nada sirve simular que remeros somos del mismo barco
cuando el falucho se hunde, vías de agua como letanías,
inevitablemente.
Pasan los instantes y la Hidra acrece en sus cabezas,
quiero detener a Cronos pero hay un negro señor con un
legón,
un
horadador recidivo,
cavar y cavar con los nombres de los otros hasta que nos sea
ibídem,
nuestra fosa, allá donde se parará el dolor, donde
señorearemos
a la baronesa mellada que un día nos vio nacer.
Mientras tanto, todos marramos nuestros flechazos y Cupido
se masturba,
querremos querer mas habrá una sed de tronos y de nombres
obscenos,
los calendarios ya no sirven al recorrido del futuro, y nada
habremos aprendido,
la muerte, la Santa Muerte, la gran falacia, el silencio
cómplice,
hondos pésames y fiestas de semen cuando se trata de los
otros.
Mi padre me dijo que mejor que cada perro se lamiera su
pijico,
la mamada tiene un precio y el dolor ya se me antoja impagable,
la mamada tiene un precio y el dolor ya se me antoja impagable,
anudad vuestra testa entre vuestras propias piernas y sed, pues,
por piedad,
por piedad,
feladores inocentes de otros daños, contorsionistas
de nuestro último remedio.
Pues toda seda tiene un sedal,
y en vuestro consuelo mora vuestro anzuelo.
Pues toda seda tiene un sedal,
y en vuestro consuelo mora vuestro anzuelo.
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