Ya sabes que habrá otra vez y que morderé el polvo...
habitante del flojo eslabón, de la sed nocturna, allá donde la soledad empapa las paredes,
el semen se almacena y los ojos buscan la mano que ya se rasgó contra todos los quicios,
y de qué sirve...
Volviste a demostrar tu pre-eminencia, loba de red y aliento a vieja,
tu frescura en la derrota de todo lo que puse a tu alcance, reina empeñada
en tu tierra del óxido, la vencedora caléndula
del robín, siempre alerta, siempre royendo el negror de los meses del frío,
fuiste de nuevo tú, la mujer, la lanza que hace de los clítoris tan angrelados
territorios,
y volveré, tornará mi clavo sucio, mi lengua comedora de otros coños,
arengaré a mi ejército contra tus ortos, pues Asgard ha de morir, y en tu siembra de fémina
quedará sólo la dudosa miel de la más escogida
mandrágula.
Te leo escupiendo a cupido al ser atravesado por su propia flecha, como el pincho envenenado de la blanca flor de la mandragúla, se estremece hasta el vello, que retorciéndose, ruge en el rincón de las más desdichas e inútiles batallas con el otro sexo, ese que por ser otro, disímil, se parece más a mi que yo mismo.
ResponderEliminarCupido, mi queridísimo Manolo, es un angelito ciertamente hijo de puta: nos deja asaetados, sí, pero sin la fórmula de Fierabrás para sanar de tantas heridas de las que, hay que joderse, no se muere, mas no se deja de sangrar.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, que tan tarde contesto. Y buena lucha, hermano. Buena batalla.