Company of Wolves

Company of Wolves
Bark at the Moon

viernes, 27 de agosto de 2010

En noches como esta.

Es en estas tórridas noches de verano, ya entregado a los brazos ampollosos de la jurisdicción, con los dedos enredados como los fallos de mis sentencias, con los gritos de os que van y vienen mientras yo quedo (y quiero quedar), es cuando me doy más cuenta de lo sólo que estoy, de lo único que me estoy fraguando.

Cuántos, cuántos amigos, cuántos desconocidos conocidos con los que intercambio palabras, versos, gestos de felicidad subacuática, cuellos opíparos ante las guitarras desmelenadas, cuántos sois, y qué lejos estáis todos... Porque quizás en lo único en lo que encuentre consuelo, compañía, sentido, lanzas a las que arrojarme como un águila aburrida de los cielos, es en aquello que tanto he denostado: aquello que llaman amor, sentir, aquella enfermedad del alma que te hace estar perdido y ser hallado, que te da un camino y una inflamable esperanza, que te lleva al disparate con gozo, que te acierta a errar sin otra justificación que unos cambios químicos y unos ojos.

Nada de eso tengo; maldita catalana a la que nada reprocho (poco se puede hacer de mí, certum est), creo que tus cimitarras, tus últimos zarpazos, me quitaron a esos cruzados que antes se iban de farra con cualquier cruzada que les saliera al paso, que tenían loca cabeza y alba repentina. No me ha vuelto el amor tras Vilassar de Mar, y no puedo culparte, pues hasta a ti dejé de quererte: me espantó el dolor, se me quebraron los juncos como espinas dorsales, caí al suelo y lloré cadmio y azufre... Me hice fuerte, me dicen; mas no, me volví débil, tan enfermo de miedos que no controlo que he enterrado a mi progenie, a lo único que tenía para ofreceros, una mesa sin esquinas, un palacio sin ventanas, un alma dispuesta a perder, a bajar, a morder lodo y cagar herrumbes, me perdí a mí.

Y el resto son cabos, amarrados, ajados y bien dispuestos, pero a la deriva. Quiero enamoriscarme, quiero volver a sentir que algo en algún ser era más valioso que mi puta serenidad, pero creo que me falta un gajo, que me cercené algo de algún hipotálamo... ¿Hasta cuándo, si ni Dios existe? ¿Dónde estás, que te busco y te rehuyo? ¿Necesito un golpe al sentir, un impacto redundante como el de esa hembra de carne fría de cala, para perder esta amnesia, esta ausencia de mi ser? ¿Cuánto más el puto sexo, las risas de macramé a la orilla de una cena, las pollas como remedios para los gritos de la insensata?

Vuelve, doquiera, quienquiera, hazme daño, arráncame... pero vuelve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario