Huimos de la certeza que habita
en las pedradas, amigos del loto
olvidado
que aguarda debajo de escorpiones
y palabras.
Hemos sido hermanos de una misma herida, injertos
de verano en la noche traicionera, locos
de amar en la puta ración de las horas
legalmente permitidas.
Todo pronto se acaba.
La semana y su dolor moran a barlovento.
Pero aún hay espacio para el vino.
Si no existe el amor lo inventaremos.
La mordaza cederá al lenguaje, siempre mudo,
de la carne.
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