se desvanecía el cielo en el deseo, la lluvia arrastraba la sombra,
siempre la sombra, siempre el secreto de los jueves que preceden a la muerte,
siempre la rabia.
Sé que los comensales de los restaurantes nos han visto follando,
sé que el coche y el vaho valen más que un arponazo en el alma,
la pata del alce muerto tocó sus últimas guitarras, y acaso fuimos felices,
bastó una calle y una larga carretera para ser norte al otro lado.
Nada ha ocurrido, y aún no soy dueño del antes.
Sigo siendo soldado sin escudo, y los tiros van a hallarme pleno.
Todo, pues, tiene el nombre de lo vivo, y en nosotros se destila el dolor
de lo perfecto.
Se te nota euforico después del homenaje que te has dado en Madrid. Fiel a ti mismo como siempre pero en esta ocasión presumiendo de ello, de lo cual me alegro.
ResponderEliminarEufórico y silente, que me he quedado sin palabras para describir el concierto. Gracias, Pedro. Espero que tus aventuras vitales no sigan siendo desventuras, mi buen amigo.
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