luché, me he rebelado, escondido tras mis sábanas, y ya llegó/
el garfio negro, y ni puedo siquiera callar,/
silenciar que en los ejes de coordenadas siempre hay dos verdades,/
que actuamos en estos los escenarios que otros quieren que poblemos, que somos/
la imagen invertida del espejo de los demás,/
que ni tenemos nombre propio, ni nada hemos elegido, y la realidad nos miente, queremos follarnos y/
nos mentimos./
Siempre pensé que andando por la ciudad los demás eran más hermosos que yo,/
subiendo y bajando aceras veía cimbreantes hembras que tensaban sus ropas contra sus tetas,/
hombres de traje voluntarioso y éxito asegurado,/
contemplaba el fluir de la sangre del pueblo como un cuerpo perfecto,/
deseaba ser uno más de aquellos que tenían salón y cena caliente/
ante la nutritiva/
televisión./
Ahora ni siquiera creo que ellos sean sino miserables autómatas,/
me aterra el pensar que nuestra risa es mueca y nuestra herida raja y gangrena,/
de qué nos sirven los jardines floreados, las novias a las que besamos,/
los vinos escanciados mientras corren las confidencias y los lunares deseados,/
a qué último rescoldo deberemos ir a calentarnos./
No puedo esbozaros la sonrisa, lo cierto/
es que dejé mis fuerzas en los hechos probados,/
en síncopes vaso-vagales he ido contando mis cumpleaños, y no me importó,/
y ahora me cobran por leer mis bodrios la amistad que no me regalan,/
los que me sonríen creen que soy un llano y amargo montón de mierda,/
creen que mis mármoles solamente adelantan mis panteones,/
y lloro, y tengo miedo, y quiero saber quiénes son mis amigos,/
los que entienden que no hay libaciones ácidas ni absentas sin veneno,/
los que se anclen contra septiembre, se amuren contra el estío, y me abriguen/
me abracen/
en estas galernas de caídas, de olvidos sucesivos, de voces muertas,/
de otoño./
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