De las muchas cosas que hubiere tenido de decirte/
allá donde rompían las
aguas y los barcos avejados desgranaban los
raíles oxidados,/
en el reino
de la boria de otros cabos y del gazpacho blanqueado de la sal/
abandonada de
los años,/
quizás me faltó admitirte que mi cuerpo fofo suspira ahora como un
laúd
recién afinado,/
que mi polla inerme se torna arrecife incierto
contra mis propias medusas,/
y creo que no te conté que guardo la esencia de
tus risas en capazos de cemento/
de fragua, de brutal fragua de barrotes
arrancados,/
que, casi sin nombrarlo y desde luego temiéndolo, tomé tan feliz
esa
senda del barranco y la noche,/
ese camino estrecho de cañas afiladas
y baluartes fantasmas,/
que embarranqué mi Toyota en el mejor derrotero que
nunca tomó este
ciego errante,/
y que bebí, vampiro ebrio, de tu lágrima
aterrada, de tu abrazo,/
del doom metal que me recordaba que tras la cortina del
infierno/
esperaba para darme su perdón, con sus flechas de aloe vera,/
mi
última Desdémona.
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