Company of Wolves

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Bark at the Moon

sábado, 18 de enero de 2014

Calle de Alcalá.

Nadie se ha parado a ayudar...

En un semáforo de la Calle de Alcalá,
ese anciano con su gallado y trastabillándose,
yo en mi coche gimiendo al estupor,
su dentadura postiza volando por los aires, cayendo en el cepellón
térreo
de esos árboles supervivientes de los cláxones y de las mierdas de los perros.

Nadie ha hecho un gesto inconveniente.
El viejo ha recuperado la estúpida compostura,
ha arreglado su abrigo, ha rehecho su cara,
esa cara de quien vive solo en la Calle Cartagena porque sus hijos no merecen sus esquirlas,
ha recogido su dentadura, y lloraba,
y la ha limpiado con ese pañuelo en el que otrora su viuda parió sus iniciales,
la ha colocado en una boca que deseaba no estar allí, y nadie, nadie
se ha dispuesto a preguntar, pues somos asépticos y respetamos el dolor de los demás,
porque una mano amiga que sujete el bastón se entendería como una inmisión,
mejor inmisionar los coños de las damas de la juventud, sí,
en la ciudad sin tierra el viejo ha apoyado su bastón en el charco del cuadrado de la vida,
ese cuadrado que rodea el árbol que ha sido el único en alzarse con sus copas en su auxilio,
su dentadura postiza quizás ya presa del contagio de tanta y tanta mugre de las almas,
y he maldecido el color de las fases semafóricas,
y he odiado mi pie sobre el acelerador,
y qué coño es un puto atasco, unos minutos, con tal de reventar los oídos de tantos
con unas palabras de "¿cómo está" y "¿cómo puede usted seguir, mi héroe,
adelante?".

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