Company of Wolves

Company of Wolves
Bark at the Moon

lunes, 29 de julio de 2013

Tú de nuevo.

Me estoy haciendo viejo, Loli,/
tiene que ser eso.../

Me siento ante el teclado y me he cansado de advertir que todo será silencio,/
me siento gilipollas desgranando las declinaciones del negror, pues de nada nos sirve,/
Satán se mofa de mis esfuerzos por negar su evidencia, sus indicios más que racionales,/
y la señora de la guadaña no vendrá más tarde cuanto más la mentemos./

Debe ser cosa de esta estúpida edad del otoño que se anuncia,/
dicen que me estoy arrugando y que tú misma tienes patas de gallo,/
mi báscula no acierta a la aritmética del sustraer y tú ya hasta me has visto llorar,/
sabes de la ansiedad y los antidepresivos, ya no me adorna la coraza del elfo,/
el enano de Tolkien sólo sabe cavar en la piedra, y me miras con mi cincel raído,/
sin atinar a horadar nada que se parezca a un cobijo,/
hay que joderse, Loli, no vine en caballo blanco sino arrastrando eslabones/
como décadas,/
y tú ni siquiera te burlas de mí./

Esta miseria no me priva de cagarme en Dios con cierta soltura,/
con ese orgullo del apóstata que pedirá Confesión,/
de mirar la carne de la otra mujer y creerme que aún lo valgo,/
pero me asusto más que antes, porque pasa que te anhelo hasta delante de la botella de vino,/
y es que tuve ya la edad de Jesucristo y aún no he logrado resucitar,/
tiene que ser, pues, este acervo acerbo que proporcionan los fracasos como años,
o que me das masajes en los pies mientras me consumo a los teclados,/
o debe ser que tú lo vales más que nadie lo hizo, cuarentona, barriobajera,/
maravillosa./

No sé cómo empezará mañana ese tiempo en que durante un mes viva sólo de mi vida,/
me da miedo dejar mi púlpito y este confesionario de la hez cercana y del sermón último,/
pero me aterra ver que esa vida no la quiero sin tu risa a los ortos,/
sin tus ojos al otro lado de las copas de Rueda,/
sin tu nadar de pato torpe contra la ola del Maestral.../

No me digas que no, pues, que conozco las señales,/
ya no es momento de andarse con hostias y ni tú crees en los "siempres",/
me hago viejo, me duele el calendario, varios colores ya adornan los pelos de mis huevos,/
me macero a tiempo lento, Loli, mas aún me cuesta el veredicto que se empeña mes a mes,/
y me resisto, pero a ratos hasta balbuceo la palabra "amor"./


domingo, 28 de julio de 2013

Por fin la derrota.

No siempre seguir es una muestra de inteligencia,/
no siempre perder es un escenario reprobable,/
hay dolor, hay mucho dolor, en las rodillas edematosas del nunca rendirse,/
a veces hay que mirar atrás y llorar a vela partida,/
a aguacero abierto./

Cuajos hace la sangre si se la deja fluir, lo sé,/
los cuellos de los degollados desafiaron la húmeda noche y dejaron su lúgubre plastilina roja al alba,/
la sangre fue un improperio a la vista de todos, una señal cierta del mal que nos hacemos,/
y a veces se debe dejar manar, pues a ratos duele más la sutura que la mentira,/
y así,/
parad, deteneos, confesad que tenéis miedo, agria aria de cantores castrados,/
miradme a los ojos y decidme que hemos llegado lejos y no queríamos estas victorias,/
queríamos una mano contra la obscuridad y un dulce guitarrazo al silencio,/
no queríamos ser perfectos, mas lo fuimos, y por ello cederemos, jirones soberbios,/
todos caeremos./

Me acodo, pues, en el rellano de mi última proeza,/
me aquieto, me rindo, mis golpes certeros han hallado, honderos ávidos,/
mi propio y desmantelado/
estandarte./

jueves, 25 de julio de 2013

Mis próximas merecidas vacaciones.

"Ava Inferi" cantan a la tarde,
tremendos guitarrazos de dolor como el sino de las montañas,
cantan y no cejan sus melódicos aciertos, pues todo será erosión,
"Ava Inferi" cantan a la tarde, y busco voces de consuelo en la canícula.

Desdecirnos de tantas supuestas verdades es nuestro último remanente,
hemos poseído con tacón alto y poder absoluto, los botellines justos de cerveza
nos abrieron las acequias de la crítica, de todo hemos sabido, yo mismo
me creí grande, y hemos cabalgado a lomos de caballos nauseabundos,
pero aquí adentro somos los pubis impúberes de unos niños destronados.

No quisimos ser distintos, fuimos más allá, quisimos ser únicos,
pero zánganos y clones insistieron en trabajar nuestro magma helado,
y quedamos mereciendo nuestros éxitos, y entre tantos títulos
ocurrió que los sellos oficiales fueron los tintes que asentaron nuestra mierda,
que nuestro nombre en los rotativos tuvo un sesgo inequívoco a obituario,
y nada, nada de esto estaba previsto.

Íbamos a triunfar por mérito y capacidad,
pero el deber cumplido vino sin otro premio que el escalpelo hábil,
ahora las hormigas se empeñan en demostrarnos que siempre fue verano,
y de qué nos servirá indagar entre impertinencias, encalar las ventanas que den luces y vistas
a esta evidencia tantas veces negada.

"Ava Inferi" le están cantando a la tarde.
Quiero coger mi coche y echarme a llorar a los caminos.
Va a pasar otro año como guionista del dolor ajeno,
obrero incansable de este mausoleo del ciego y del cobarde
que decís llamar vida.


Imelda.

Tantas veces pretendí penetrarte de espejos y de pollas...

Recuerdo mis diecisiete años, y tus doce en la cala embarrada,
el Levante de Septiembre había convertido nuestro baño en un orgasmo de olas,
tu pelo de tirabuzones rubios y tu culo de pretensión futura,
cómo te quise en esa tierna adolescencia, cuando yo no era un hombre, cómo te lo dije,
mi Seiscientos matrícula de Alicante se despeñaba por Los Maristas de Cartagena,
a la salida de tu clase, un melenudo mucho mayor te proponía su vida,
su vida de estudiante universitario y de leyendas de letras,
dejó el pendón muy bajo y el castillo desguarnecido, te quería,
o ese creía, sólo a ti, ni tan siquiera a sí,
pero no te atreviste, no.

Fue un  "no" y otro "no" a la espalda dura del bar "Tortuga",
Cartagena miraba con horror mis fracasos de penitente sin hachote,
jugábamos a amantes tarde tras tarde, y yo no sabía sino de tus ojos,
ni siquiera tus senos ni tu culo de membrillo azucarado, ni siquiera tus labios de deseo callado,
nada me diste y todo me ofrecías,
así pasaron los años, y al cabo me fui, en pos de otras carnes más sencillas, de otros
lugares donde me pajeaban acaso y podía hundir mi yugo derrotado en la miel para el asno
y en la entrepierna...
me fui, y sólo yo ignoraba cuánto me querías, sólo yo
me mentí al decirme que mi amor sería para siempre.

La vida nos cobra aquello que nos regalamos, la vida
es una hija de puta que nos devuelve la pelota.
Llegaron mis treinta y muchos divorciados, y con tres versos y cuatro llamadas
habías seguido esperando,
desde Escocia te escribía poemas libres de espera y compromiso, la Royal Mail
siempre compañera, desde Turso te mandé una flauta y desde Inverness una bufanda,
y libre de todo menos de mí, te llamé,
nada había cambiado y hay membranas que se forjan en once mil misas
                                         (puto Dios, qué le hiciste),
pero ya la vecindad de la adultez aderezó el cazón en la Casa del Pescador,
y cayeron tus labios y tu lengua que nadie habían probado
en redes prohibidas que palangres ya decenas habían recogido,
tus tetas de amapola se abrieron por primera vez a unos dedos ya jartos de carnaza,
metí mis manos hasta donde llegaron más allá de tu falda, y no,
lo que se cobra el tiempo no es limpio ni es digno,
tú habías permanecido veinte años entre la doncella y la última comunión,
yo era poco menos que un cerdo entretenido en mis carencias.

Recuerdo una noche, Imelda, recuerdo una noche...
Cabo de Palos hace cuatro años nos recibió al Maestral callado, y cenamos en el Miramar,
te habías rendido, y tu himen iba a ser mi baluarte,
habías enfriado vino blanco, jodido consentido, con esos cubitos de pérdida en el maletero de tu coche,
pero yo ya me había ido hace meses a quien fuera de mayor resultancia,
tú todo lo empeñaste, toallas mullidas para la noche de Mayo y la luna llena,
bajamos a la cala y escogimos armamento,
bragas aéreas y mis últimos botines, veinticinco años después
desnudos contra la realidad de los erizos y los congrios de la noche,
no pude, Imelda, no pude,
unos milímetros de ser que sólo por Dios habías guardado,
qué jodido cabrón haría de Satanás en esta berbena,
yo dejé de quererte, Imelda, dejé de hacerlo, en algún momento
esas las décadas faltaron a la promesa que hice y que tanto repetí,
y quién soy yo para quitarle a Yhavé la llave vaginal de la ternura,
de la pureza,
de la estúpida entrega del yo y del todo,
acuérdate, Imelda, no pude contra ti, soy una mierda pero aún calzo lágrimas,
tú dándote al martirio de quien ya se abrasaba, yo a lenguetazos recorriendo tus limbos,
allí te dejé con el cubo del Albariño y esos fluidos que tanto auguraban,
pecar es posible cuando la siembra nos place, pecar es pecado cuando hay un nombre y hace daño,
lo que guardaste tantos domingos de veintenas no seré yo quién me lo lleve,
lo que los treinta y tantos vieron galopar no quise para mis caballerizas de rocines muertos,
yo dejé de quererte, Imelda, y no me merecías,
falso capitán de tus veleros de mascarones negros,
mi último acto de honor fue reconocerte entre las olas,
diosa de agua que aún amaba, hombre que mercadeó sus tridentes
en débiles corales de otros coños volanderos y otros gemidos que al final callaron,
corrí escalinata arriba, corrí cala arriba a la plaza de nunca jamás,
perseguido por mí mismo, sin otra ropa ni excusa que ofrecer
que el tremendo odio que dejé a la orilla de aquel mar, de ese nuestro mar que siempre mentará
mis últimas mentiras y mis postreras faltas.

Ella.

Cada mañana y algunas tardes, volumen y mirada
se dan cita en tu mesa de proba funcionaria, leyenda de eficacia
contra el mal de tantos modernos cutres espadachines.
Yo me estrello contra la realidad de tus pequeños senos,
turgentes al otro lado de esa rebeca que sajaría a mordiscos,
me enfrento a la evidencia de su vello casi dorado, en el sudor
del ensueño y el adivinar de las formas al otro lado de los pantalones.

Me digo que todo esto no ha de ser,
que la sonrisa es de eficacia y de comprensión al rey que aún manda en sus tropas,
me digo que en las noches de guardia hay páramos por recorrer entre las habitaciones,
y consulto, autómata, las mil imprecaciones de mi código disciplinario,
pero todo es en vano...
hay miradas que queman el esparto y derriten la tinta exudada de los bolígrafos,
los sellos de copia se ensanchan al tacto de tus dedos
y de nuevo rozo tu mano detrás del ratón que nos dé el poder informático,
y quien fuera noche para acurrucar tus desnudeces,
quién trajera sonajeros para bailar negras danzas sobre tu coño de seda,
quién tuviera el poder de ser libre siquiera en un sueño de carne y conmixión,
quién mandara a tomar por culo las altas instituciones del Derecho Romano y, definitivamente,
metiera la polla donde tiene la olla...

Nunca me gustó el refranero y esto me traerá un prostatismo,
pero como eficaz leguleyo bebo y trago algo más que coca-cola por botes
y te digo que escribas, y escribes, mientras fluyen los Autos de prisión en tu salvaje calma,
entre la galerna que respira entre esos pezones que, Dios, mordería en sus clavazones
como la dentellada del más mortal, doliente
y voluntario
anzuelo.

lunes, 22 de julio de 2013

Para nada.

A fin de cuentas se trata de algo que duele,
y no acierto a comprender lo que pretendo con ello.

Escribir es un ejercicio de lentas púas,
es un orgasmo fallido al interior de lo que nunca podremos ser,
el más cerdo de los coitus interruptus,
el que promete el placer del conocer pero te da la hostia de la incapacidad,
y es que resulta que a nadie le importa un capullo lo que los demás sienten, y mientras
queremos decir más, debemos gritar mejor, queremos atar aquello que vimos que se perdía,
(raudo que fue el cincel al butrón que robó la idea),
ceñir el sentir a la jodida palabra, maniatar el último rescoldo de la fruta que se pudre,
es este un oficio de lesos, una bitácora de pérdidas constantes, una brújula invasiva y desnortada,
no, no entiendo qué narices vamos buscando.

No me digáis lo contrario, nadie nos escucha.
Calíope tiempo ha quebró las liras, y nuestros barcos hallaron la inmensa mar
para al final encallar en sus traidores sargazos.



martes, 16 de julio de 2013

No-poeta.

No eres un poeta.
No te convocan a los cenáculos.
Eres un advenedizo de la palabra, un coriáceo trozo de carne con polla
                            (o un pelanas que se siente inferior y se disfraza),
ni métrica, ni estilo, ni ritmo ni pasión, estriptista,
exhibicionista orgulloso de tus abrojos.

No digo que la verdad no os honre.
Para ser un poeta había que escribir a vena herida, esculpir a cincel de rabia versos,
letras como torres babelianas,
para ser poeta había que mirar la tierra y ver qué desnudo es el nombre que nos damos,
para ser poeta había que ser filósofo y prostituto del espíritu,
y yo sé cuánto, cuánto me falta ese algo.

No soy un poeta.
Soy del vulgo de los que creen que nos llegará la hora.
Nada de lo que pueda decir no se ha dicho ya cien veces,
mis remos no se esloran sino a radas de miserias ya bien conocidas,
yo no invoco a la belleza sino acaso a los shock sépticos.

Bienvenidos, pues, a mi última negación.
Lo que luché por ser escapa a mi nivel de competencia.
Lo que traté de crear ni es sino una urdimbre de fracasos,
y cuánto, de veras cuánto, los atesoro y aderezo,
mis pérdidas, mis erratas, las señas de mi ego que sólo de sí mendiga.


sábado, 13 de julio de 2013

Falsos, como todos.

La sinceridad es nuestro último estandarte,
incluso, incluso cuando duele,
cuando salen de la boca vientos tan helados como es temible el olor de la verdad,
como es fétido el aroma de la realidad que otros se empeñan en deconstruir,
la sinceridad es nuestra última nao capitana.

Sé que en esta batalla que cada día libramos nos llenamos de vías de agua,
que nuestras amuras de babor ya comienzan a probar el aliento de la mar,
pero también sé que de esta celada sólo saldré diciendo oprobios,
alabando lo poco que nos quede por amañar,
espetando al sucio su grotesca limpieza, al abundante y falso su trampantojo social,
pariendo enemigos a borbotones, descontando de mis filas a tantos mí mismos,
rindiendo pleitesía al arte pagano del sincericidio.

Quizás no te guste lo que oigas, y a mí mismo me dedico el don de la inmundicia,
pero de mí no tendrás orillas claras, sino la verdad pegadiza e indudable
de que somos galipote, de que no seremos libres, de que nos libamos la polla
a la vez que nos claveteamos los estigmas.

miércoles, 10 de julio de 2013

Dos euros.

No es algo que yo haya visto,
porque la visión sería la propia del satanismo de Rob Zombie,
y Rob Zombie todos sabemos que no es sino un pervertido,
nada de esto, pues, en verdad ha sucedido.

No puede ser real que esa pobre yonqui fuera arrastrando su barriga muy preñada
a esa tienda de amables chinos y se llevara sin pagar una bolsa de patatas,
por dos euros eso bien se puede perdonar, y sin duda los chinos
no la emprendieron a patadas en su vientre cuando esos dos euros no cayeron en su caja,
bien es sabido que el dinero es sólo la escoria exfoliante de las almas negras,
y un niño inerme no merece su primera paliza por una arcana bolsa de patatas.

Los cuatro hematomas en zona periabdominal han de tener otra explicación,
pues ciertamente esa pobre yonqui se irá con su bolsa y nada habrá pasado,
su rabia no la llevará a hacer gestos a la Sra. Li de cortarle su recto cuello oriental,
la policía no debió de intervenir, no, pues su misión es atrapar a esos otros reptiles con cola de oro,
todo se olvidará y será otra onda mínima en las aguas que somos,
y al cuarto de hora no se presentará en la tienda un enorme señor negro con arma punzante,
con esas largas rastas de Bob Marley mas sin cantar no woman no cry ni ventear sus tremendos porros,
clamando venganza por unas patadas a su dama y una bolsa de patatas,
los pequeños hijos de los Sres. Li no habrán de llorar ante la inminencia de la herida incisa en sus ancestros,
todo eso, amigos, no ha ocurrido, y se puede sonreír y estar muy muy complacido,
y abrazarnos, pues el ser humano no entiende de países ni de civilizaciones en su reflejo de Dios,
en su infinita bondad,
pues Dios existe y nos ha preñado de un bálsamo que sabe a miel y a alegría,
y hoy que nada de eso he visto estoy mucho más tranquilo.

Dos euros no pueden ser la huella de la cólera de Belial,
nadie patea a los nasciturus por una bolsa de patatas,
no existe la amenaza de muerte ni la de parto prematuro,
pues si todo esto hubiera ocurrido, qué coño hago yo que no abro mis venas como primera Providencia,
dónde cojones en el camino se nos habrían podrido los neutrones y se habrían extraviado los mapas,
qué jodida mentira sería esto de Dios y de la alianza de las civilizaciones,
qué negra sirla sería la que marcara las sendas acuáticas de nuestra singla segura,
directa
hacia la última esencia de nuestra Natura por encima del primate,
hacia la mierda que nos tape la boca y la serpiente que nos agregue a sus más íntimos contactos
de Facebook.

miércoles, 3 de julio de 2013

No estuve allí.

Yo no estuve allí...

Cuando las chicas guiris me besaban en las sábanas del boludo, era otro el de esos labios,
cuando en la mugre de las estaciones de tren dormía un insomne mochilero,
cuando en las Highlands me perdía entre cabos negros y valles helados, ojalá,
ojalá hubiera sido yo el que remara en mis botes, el que se tatuaba esos brazos de insegura tierra.

Ese era otro, y quizás cada albor nos nace otro jodido ser que ya no nos tiene ni nos quiere,
hoy por hoy me pregunto quién de nosotros puede ya reconocernos,
yo quería ser quien a los demás hiciera sólo el bien, yo quería
contar por derrotas las fétidas avalanchas de quien osara el daño y la impudicia,
yo era un cretino, y ahora quizás no lo soy,
y ciertamente miro atrás y yo no estuve allí, yo no levanté esas pesas ni cedí mis blasones,
siempre nos queda el axioma filosófico de que la realidad es sólo una creación subjetiva,
siempre nos quedará el consuelo de que hicimos cuanto se esfuerza el mújol frente al sedal,
pero yo os digo que una mierda,
que fuimos más, que fuimos mejores, que éramos grandes enanos de corazas en carne viva,
y que ya no lo somos, vamos en coches cojonudos,
nuestras chozas almacenan metopas y medallas y tantos reconocimientos,
nuestras pollas tienen las muescas del mal y los nombres del olvido, y mentimos,
por eso, cuando miro atrás, veo un estulto empeñado en ser lo que ahora creo que soy,
y yerro,
y yo no estuve allí, estoy aquí hoy, y esta salud de alquimias y fastos es un estado transitorio
que no augura nada bueno.

No fuimos nosotros, y nos ha seguido esta estantigua de pecados originales,
y quizás los que hoy somos tampoco están aquí, ni los que sé que seremos
nos perdonarán los excedentes de escoria del hoy que ya nos es mañana,
giróvagos de nosotros mismos, ladrones en nuestra casa, reos rebeldes
a nuestro mazo sin piedad, hieráticos ciegos ya vistos
para Sentencia.

lunes, 1 de julio de 2013

Malas hierbas.

He abandonado mi mísero jardín a las malas hierbas,
y casi me consuela ese crecer del arbusto inesperado,
no quiero ser un ególatra que admire sus ailantos mientras ríe a sus cervezas,
quiero perseguir el dolor hasta donde ya no me quepa más.

Sé que esta noche los tabiques de esta sociedad tupirán velos para las hostias traicioneras,
las familias modélicas se mentirán, y la señora de la casa verá buen porno antes de follarse
                                                                                                                 a su marido,
acaso mañana la verdad impere en los hematomas del Juzgado de Guardia,
o las discotecas vean como los rituales de apareamiento siguen la senda de la sangre
                                                                                      derramada en los cuchillos,

sé que se acerca la noche y que la verdad tiene una insistencia negra,
y me siento protegido entre mis almorejos y mis gramas, las que traen la verdad a mi
                                                                                                                     reposo,
las que saben que las voces guturales a veces caen en la derrama de la ternura,
pues esta noche de nuevo las yonquis venderán su cuerpo y las zorras de lujo parchearán
                                                                                                                los bares pijos,
y la base de coca será la ansiada recompensa de tantas casas robadas, y al final la reja
será el único remedio que apliquemos al comercio que a tantos beneficia,
y en este herbolario de la miseria serán las malas hierbas las que mejores infusiones nos
                                                                                                                        valdrán,
agrias gotas de realidad diurética, frente al reír de los ricos ataviados para su falsa labranza,
de esas bocas risueñas que a tantos infelices han estafado,
soltando billetes de cincuenta euros para poder follarse en el váter a las camareras.