Company of Wolves

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Bark at the Moon

jueves, 18 de octubre de 2012

Cieno.

El cielo es hoy del color del barro que mis viejos me dijeron del Sáhara,
va a llover, lloverá vida en piedra, tierra lejana, arena del Magreb, dijeron,
cielo de sabor del desperdicio de la sofocación del hombre,
estar tarde, sí, gris con un viento Sur caliente que mece la seca desesperación de mi jardín,
pero no entiendo nada, no lo entiendo...

Yo debería de tirarme de bruces a las malas hierbas de mi parcela de niño bien,
de niño destrozado por el abandono de los otros y por su abandono del amor,
y debería oler el petricor que adelanta la avalancha de tierra húmeda,
yo debería mandar a tomar por culo estos doctos documentos,
andar por la vereda de esta rambla y esperar al dolor de Arabia,
y ya no lo puedo comprender...

Qué cojones hago aquí,
desde cuando la legalidad urbanística y los planeamientos parciales han comprado mi alma,
porqué no destrozo mis lámparas y salgo a empaparme con el llanto del verano muerto,
cómo otra tarde he conseguido que mis gritos se ahoguen
en estas diligencias previas de miles de folios,
qué soy yo para resolver nada, cómo podré dar palabra al émbolo si solo quiero jugar con el cieno,
dejarlo todo,
dejarte a ti,
cerrar los ojos y volver a empezar,
simular que nada de estos logros que he ansiado han realmente ocurrido,
desnudarme de tantos trapos que me tapan las heridas,
reír al deseo y bramar a la sombra,
que cojones hago aquí...

Acaso nada mereció la pena.
Hasta este escrito es morralla, burbujas de la salpa más cerda de estos bancos de ojos miedosos,
hay caminos, hay salidas, Hades siempre fue misericorde,
pero yo cierro mi blog, sueño en azules y vivo en negros,
y me entrego a la comprensión del jodido documento número ciento veintiocho,
al menos
hasta que alguien tenga el valor de afirmarme que merezco, siquiera,
unas pequeñas gotas en la frente.


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