Company of Wolves

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Bark at the Moon

domingo, 30 de septiembre de 2012

Cornelia.

Hay días como estos en los que nos faltáis,
y vosotros sois los invitados a vuestro propio enlace,
¿recuerdas, Nuria?,
¿recuerdas una mujer de sesenta hermosos años blandiendo la tostadora en las mañanas?,
¿guardas en tu retina el amor que nos dieron y que no fuimos
nunca
capaces de devolver?

Hoy te casas y, donde quiera que sea, haces felices a tanta gente,
a tantos seres hermosos a los que, muertos, no ha llegado la invitación de boda,
mas su regalo es tu sangre, tu alma, tu estirpe venidera,
y vamos a mentarlos, Nuria, vamos a referir cuán de alto su legado y cuán de activo su recuerdo:

Había un hombre entero que fue viejo desde los cuarenta y pico,
postrado en una silla de ruedas, en unos pañales y en unas sondas alimenticias,
estaba Andrés, Nuria, estaba Andrés, con su sombrilla que cambiaba de pies al Levante y al Leveche,
con su viejo transistor ollando en las voces de verano del Canto de las Minas,
¿recuerdas a Andrés, Nuria, ese hombre de mirada poderosa y cuerpo frágil,
ese abuelo de increíble poder en su paciencia, en su sonrisa, en sus gruñidos de habla cercernada,
recuérdas cómo nos quería, cómo levantaba su única mano libre para abrazarnos al beso?;
y Andrés está aquí, mi Nuria, Andrés nunca se ha ido.

Y yo recuerdo una señora mayor con una bata de cola y un delantal presto al ataque,
y ni me atrevo a  invocar su nombre, Nuria, porque del llanto se hizo la maestra,
recuerdo mis despertares en tu casa del subir al faro, mis novias que la adoraban,
cómo nunca nos dijo de su padecer, de su labor de centinela, de sus esquirlas sangrantes en sus pies,
cómo no vas a recordarla, Nuria, cómo no vas a abrazarla, mil, cien mil veces, en esta tarde que nos acompaña,
sus tostadas de aceite y tomate en la mañana,
su risa de niña en el momento más duro, su palmada a la chepa de tu primo el chepado,
su nombre, su nombre, Nuria, hoy podría matarnos,
porque está aquí, bailando, bella con ese lunar que le mordió Andrés al caer al Cabo desde La Aparecida,
y se siente tan feliz, Nuria, porque todos la llevamos tan dentro y a todos nos enseñó tanto
que las órdenes de Cornelia no eran un apellido, sino un don,
que sus tortillas al caer el alba mientras os emperifollábais Pilar y tú en ese baño lleno de aguas
son el sentir de nuestra boca, el callar de nuestro ojos, el silencio de nuestros oídos,
y campa, Nuria, campa en nuestra casa nueva de la subida al Faro, y hoy
se ha vestido de guapa (y desnuda sería ya bellísima), como para la boda de Pilar
ha perdonado todos los años de vidas ajenas a la suya, porque no nos es extraña,
porque yo soy ella, tú eres ella, mis brazos llevan su sangre y tus pechos llevan su aroma,
y conviene saber que no todos los invitados nos quieren igual.

Quizás todos nos sienten y algunos nos aman,
quizás todos os desean lo mejor,
puede que todos fueren cimiento de la vida que quieres inventar,
pero sólo ellos dos, tu Andrés, mi Cornelia, pondrán la argamasa,
y el Faro por las noches sigue alumbrando al húmedo peregrino de la mar con la sabia de sus ojos,
y no podemos fracasar, Nuria, no podemos,
hasta para mi Mí ateo hay marea y vigía,
hasta para nuestro Nos en borias hay bocinas de barco en alta mar,
hasta para tu Tú hermosa hay quien te sostiene el carmín con sus labios y quien te alisa la cola
con su sola mano
de hombre incapaz
capaz de todo.






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